A isto:
“Había hombres atados en los pasillos, a radiadores y tuberías, antes y después de haber sido torturados con descargas eléctricas y también apaleados”, rememora su estancia por Homs. “Se torturaba en cadena, algunos agonizaban en el pasillo, otros en las celdas”. “Tras la tortura estaban desfigurados, eran irreconocibles”. (…) “También se oían gritos de celdas contiguas durante toda la noche”, prosigue su relato. “El olor, mezcla de sangre, sudor, orina y excrementos era tremendo” (…) Trasladado a Homs, al barrio de Qazzaz, le hicieron esperar, antes de interrogarle, en un despacho en cuya mesa había “agujas, tenazas, sangre y uñas”. Después le condujeron a otro en el que el un ordenador aparecían fotos que había tomado con los rebeldes en Talbiseh. Le acusaron de ser un espía francés encargado de estudiar la ayuda logística que necesitan los rebeldes. (…) “Me golpearon y también fui sometido a alguna que otra descarga eléctrica de menor intensidad”, asegura Piccinin. “Pero, comparado con lo que padecían los demás detenidos sería indecente afirmar que me torturaron”, añade.
— há quem, como esta testemunha, chame tortura, e há também, já agora, quem lhe chame terrorismo de Estado, e ao regime que o pratica ditadura antipopular, policial e classista. Outros há que preferem falar, saudando o massacre, de resistência anti-imperialista, defesa da independência nacional, afirmação de soberania. Mas convém não esquecer que a atrocidade e a infâmia são as mesmas, e que são a vida, a dignidade e a integridade — para já não falarmos da cidadania e da independência — dos súbditos a sofrer.
04/06/12
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