19/02/12

Literatura e Cidadania

O belo post do Neves sobre a natureza "principesca" — leia-se "oligárquica", "classista" ou "hierárquica" — dos regimes representativos ou de "democracia indirecta" e das respectivas camadas dirigentes incita-nos a colocar a questão das condições da conquista de um exercício governante da cidadania activa por parte da grande maioria dos homens e mulheres comuns que somos, e que nos vemos hoje privados, precisamente pelos mecanismos da representação e da profissionalização da política,  da participação igualitária e responsável no nosso próprio governo.

Acontece, deixando por agora de lado outros aspectos não menos importantes, que uma das condições sine qua non da alternativa da cidadania governante é, evidentemente, a produção/formação social de cidadãos activos, ou, por outras palavras, de indivíduos que, para se governarem colectivamente como iguais, terão de possuir, cada um deles, a capacidade de pensar, propor, deliberar e decidir por sua conta e risco, responsavelmente e pela sua própria cabeça, nos diversos planos das suas condições de existência.

Pois bem, é precisamente ao nível decisivo da paideia, entenda-se: da criação/educação/formação, de um tal tipo de indivíduo que a frequentação das letras e das artes da leitura representa um momento decisivo — necessário, ainda que radicalmente insuficiente — da socialização que, a partir da cria humana, faz o cidadão capaz de reclamar, como condição do seu consentimento de governado, nada menos do que a plena participação no seu próprio governo.

Algumas das razões que "legitimam", como diria a Silvina Rodrigues Lopes, a literatura deste ponto de vista político — recusando ao mesmo tempo a subordinação ancilar da literatura aos ditames de qualquer instância de condução exterior — são o tema desta reflexão de Gustavo Martín Garzo que me parece suscitar umas quantas questões pertinentes acerca das condições culturais da autonomia. Assim, aqui deixo um excerto e o link para o conjunto do artigo:

Walter Benjamin dice que uno de los problemas del mundo actual es la pobreza de la experiencia. “Así como fue privado de su biografía, escribe Giorgio Agamben glosando al autor alemán, al hombre contemporáneo se le ha privado de su experiencia: más bien la incapacidad de tener y transmitir experiencias quizás sea uno de los pocos datos ciertos de que dispone sobre sí mismo”. La banalidad de nuestra vida se confunde con la banalidad de gran parte de la cultura y el mundo que nos rodea. Viajamos sin descanso, acudimos a museos y exposiciones, leemos libros que compramos precipitadamente en las librerías de aeropuertos, estaciones y grandes almacenes, para abandonar al momento en cualquier rincón, asistimos a grandes eventos deportivos, pero nada de esto tiene el poder de cambiarnos. Regresamos de nuestros viajes cargados de fotografías que nada significan; las lecturas pasan por nuestra vida como las hojas vanas de los calendarios; abandonamos las salas de los museos tan ciegos y somnolientos como habíamos entrado; y pasamos de unas historias a otras sin que ninguna deje en nuestros labios unas pocas palabras que merezca la pena conservar. Para enfrentarnos a ese vacío, nos hemos rodeado de expertos, comentaristas y guías de todo tipo que nos dicen cómo debemos comportarnos. Hay guías turísticas, de lectura, guías sobre cómo enfrentarnos a nuestros fracasos sentimentales. Si vamos a una ciudad, nos explican los itinerarios que tenemos que seguir; si entramos en un museo, los cuadros ante los que debemos detenernos; en nuestra vida afectiva, cómo evitar el sufrimiento; si se trata de nuestros hijos, cómo comportarnos para que nos dejen dormir. Todo debe ser fácilmente sustituible, nuestras lecturas, nuestros amantes, las ciudades que visitamos, las salas de los museos. Los hombres y las mujeres actuales viven sin apenas poner límites a sus deseos, y sin embargo pocas veces han tenido menos cosas que contarse. La ausencia de relatos define su convivencia, y la política actual es el ejemplo más visible de esta dolorosa carencia. La crisis de la cultura del relato oculta, una crisis más honda: esa pobreza de la experiencia de que habló Benjamin. Y la experiencia tiene que ver con la palabra y el relato, pues vivir es encontrar cosas que contar y compartir: el cuento de nunca acabar. La literatura es el trabajo de la ostra: toma un instante en apariencia banal y lo transforma en algo que tiene el poder de revelar lo que somos. Por eso dice Proust que “la verdadera vida, la única vida realmente vivida es la literatura. Gracias a ella se nos revela el mundo. Sin la literatura, nuestra propia vida nos sería desconocida”.

0 comentários: