Já perdi a conta ao número de vezes que apontei para crónicas de Antonio Muñoz Molina saídas no suplemento Babelia. Quando o faço é quase sempre para realçar evocações, vidas ou ideias das quais me sinta cúmplice. Mas desta vez será diferente: sirvo-me de um artigo do escritor andaluz para rejeitar a perspectiva que adoptou no artigo desta semana. Intitula-se «Un elogio de la socialdemocracia» e nele Molina esboça uma resenha histórica das conquistas proporcionadas pela experiência social-democrata – equiparada por grande parte da esquerda, desde a intervenção revisionista de Eduard Bernstein, a uma «sistematização da traição» – que funciona ao mesmo tempo como elogio e obituário.
Primeiramente Molina celebra as conquistas:
«Todos, sin excepción, en Europa y en Estados Unidos, somos beneficiarios en algún grado de la revolución socialdemócrata, que supo favorecer la igualdad y la justicia fortaleciendo y no sólo conservando las libertades individuales: cuando vamos al médico, cuando asistimos a la escuela o mandamos a nuestros hijos a la universidad, cuando tomamos el tren o el metro, incluso cuando conducimos nuestro coche privado por una autopista que no habría podido construirse sin enormes inversiones públicas.»
«Y sin embargo, desde los tiempos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, el descrédito de lo público se ha extendido como una gangrena, en la derecha y también en la izquierda, que cuando llega al poder muchas veces adopta un lenguaje entre tecnocrático y cínico. Lo público es ineficiente. Cualquier servicio lo puede prestar mucho mejor una empresa privada, que se rige por la racionalidad del beneficio y no por la rutina o la corrupción de la burocracia. Hay una manera de que las profecías se cumplan: a los servicios públicos se les quitan los medios y se descuida su gestión y así se demuestra que no funcionan y que necesitan ser privatizados.»
1 comentários:
Caro Rui,
Embora concorde com a necessidade de reforçar a pluralidade da(s) esquerda(s), especialmente no que diz respeito à ideia de solidarizar tendências - desmontando o cientismo como ápice do pensamento radical -, parece-me que o intuito do Judt e do Muñoz tem algo de redentor. E algo de óbvio - o que tem algo de trágico, já que nos vemos remetidos à necessidade de obviar o óbvio, se queremos reerguer a crítica e armar a cidadania de instrumentos analíticos que levem a um double movement vindo de baixo.
Contudo, a saga das privatizações, que nos atingirá a todos, como um martelo, prova que o pensamento único está mais forte que nunca, e transformado, aliás, em duplopensar.
Obrigado pelo post, muito interessante.
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